Antes de su publicación, incluso mientras aún trabajaba en ella, el papa Juan Pablo II tuvo que sufrir ataques de todo tipo por el contenido de su encíclica Veritatis Splendor. Detrás de ellos se encontraba una visión de la Iglesia sostenida por personajes que, a juicio del autor, «no quieren un Papa. Quieren una Iglesia a imagen de las sociedades civiles en la que el poder sería ejercido por una dirección colegial, bajo el control parlamentario de buenos cristianos sentados en asamblea permanente en cada diócesis que deliberarían sobre la Ascensión, revisarían Pentecostés en comisión y acomodarían el Credo, cada día, al gusto del día». Por ello, el autor se lanza, con su característico estilo sencillo y amable, a una razonada defensa de la figura del Papa, en especial del anterior pontífice, Juan Pablo II.