La enseñanza por medio de la indagación no es nueva, pues ya la practicó Sócrates. No acepta ciegamente lo establecido, sino que desafía y alienta el deseo de saber. Invitar a los alumnos a interrogar las evidencias que tienen ante los ojos significa convertir el aprendizaje en un proceso de resolver enigmas. En la enseñanza secundaria y también en la formación permanente de adultos hay que pedir a los alumnos que cuestionen los estereotipos, sus hábitos de pensar y sus percepciones rutinarias.
Alumnos curiosos demuestra cómo la indagación puede transformar el aprendizaje pasivo en una aventura dinámica que se llega a disfrutar. La obra parte de la convicción de que la verdad no se revela en las lecciones de un docente, sino más bien en la rigurosa aplicación de la inteligencia de los propios alumnos.
En un estilo simpático y con ayuda de curiosas anécdotas, Walter L. Bateman explica cómo logra motivar a sus alumnos a usar su razonamiento para resolver los misterios del mundo que los rodea. En forma de conversaciones y cartas explica los métodos de la indagación, ofrece pautas para seleccionar temas de discusión, preparar presentaciones en el aula y para ocuparse con especial cuidado de los alumnos con dificultades.
Los generosos consejos, basados en toda una vida de docencia, no sólo sirven para las asignaturas de ciencias y letras, sino también para educar a convivir como ciudadanos, planteando entre otros temas los prejuicios raciales y confesionales.