Igual que las personas guardamos en un cofre nuestras joyas más preciadas, las más caras, lo mismo deberíamos hacer con los recuerdos. Que se pudiesen meter en un alhajero, en un espacio donde se quedasen ahí para siempre, y que al abrirlo se pudiesen revivir una vez más, sin que el olvido tenga lugar. En este poemario hay vida, hay amor, y mucho más dolor, hay desesperanza, pero también para un débil rayo de luz de esperanza. Hay personas y hay nostalgia, miedos y también sueños. Porque de todo ello están compuestos los recuerdos, unos con el deseo de que nunca hubiesen terminado y otros, con el deseo de poder ser borrados.
Nuestros recuerdos son aquellos diamantes
con un valor incalculable.