Podría pensarse que Todo lo que es cuerpo es agua en tránsito aborda, sobre todo, el desplome de la estructura que sostiene a una pareja; pero no es este un libro acerca del fin del amor, sino de lo que el amor hace con el lenguaje, de lo que el lenguaje hace con el amor (uno es las rocas y el otro las olas que las golpean, mas lo difícil siempre ha sido distinguir cuál es cuál). Los cuerpos se deshacen y los hilos que unen a un cuerpo con otro lo hacen también, pero el poema aún puede —al tiempo que martilla o que hurga en la oscuridad— seguir el consejo que una poeta canadiense nos dio un día, y que no deja de resonar en estas páginas: hay que retener la belleza.
LUIS EDUARDO GARCÍA