Somos inteligentes en virtud de los errores, de las deformaciones que nos forman. Partiendo de esta verdad común, la inteligencia artificial generativa no es criticable por sus defectos circunstanciales, sino por su voluntad estructural de perfección.
El diseño elegante de cualquier dispositivo sugiere una fluidez libre de sangre. Esta pretensión de limpieza, en un mundo desgarrado, es en sí misma despiadada. La forma suave de los aparatos, igual que las proclamas angelicales de bondad corporativa en el capitalismo de plataformas, no oculta únicamente el sufrimiento de seres explotados. La promesa tecnológica tapa también algo más cercano y de lo que no se habla, un enmudecimiento anímico que apenas tiene precedentes. No olvidemos que la moda de la fusión oculta la fisión: se trata de acabar con cualquier grumo de singularidad a favor del esencialismo serial, construido y consumible. La IA sólo es, en este sentido, el penúltimo epítome –ya definitivamente íntimo– de un totalitarismo democrático de lo aislado y conectado.
Ignacio Castro Rey (Santiago de Compostela, 1952) es filósofo, crítico cultural, de cine y de arte. Además de su polémico activismo como articulista y conferenciante, ha escrito y publicado diversos libros. Los dos últimos se titulan Sexo y silencio (Pre-Textos, 2021) y En espera (LaOficina, 2021). Fueron precedidos de Lluvia oblicua (Pre-Textos, 2020), Mil días en la montaña (FronteraD, 2019) y Ética del desorden (Pre-Textos, 2017). Anteriormente, ha publicado, entre otros, Sociedad y barbarie (Melusina, 2012) y Votos de riqueza (Antonio Machado, 2007).