El amor y las estaciones, y las exigencias y oportunidades de la supervivencia diaria, son las ocasiones inevitables de un cuerpo de trabajo radical. Compuesto por momentos diminutos, a menudo intrascendentes, estos bocados prosaicos son magníficos y serenos.
Casi ninguno de los días de Mayer es espectacular, pero su ojo está tan profundamente sintonizado con todo lo que la rodea que casi todo se siente tocado con grandeza. Como señala la propia poeta: «Mi nombre es Bernadette Mayer, a veces / Soy la primera de mi clase»
«Los dioses y los hombres se indignan contra el que vive sin hacer nada, semejante en carácter a los zánganos sin aguijón, que consumen el esfuerzo de las abejas comiendo sin trabajar. Pero tú preocúpate por disponer las faenas a su tiempo para que se te llenen los graneros con el sazonado sustento».
—Trabajos y días, Hesíodo