«Sueño con ello constantemente. Me despierto en el momento en el que se dispara el arma». Con estas palabras, Alec Baldwin define cómo se siente tras, por accidente, haber convertido una muerte cinematográfica en una muerte real. Pero ¿cómo habrían sido las cosas si esa muerte hubiese sido buscada?
Traslademos nuestro escenario a un Madrid hoy casi desaparecido, si bien conserva esos rincones que utiliza Simon Casas para enmarcar su trama con los mejores elementos del género negro clásico y un ágil manejo del monólogo.
Vemos a un hombre rayano en la obsesión persecutoria y partícipe de una película en la que cuenta su propio suicidio. Es el hijo de los dueños del bar Brillante, un escritor fracasado, sepultado por las dudas sobre su propia identidad y cuya escasa inspiración se ha agotado.
Varias son las voces que toman las riendas de la narración, polifonía que enriquece las dos misteriosas muertes acontecidas durante el rodaje de esta película donde las circunstancias son muy extrañas, y las casualidades, múltiples.
¿Qué es más fácil, disparar en sien ajena o en tu propia sien?