La educación moral de una sociedad depende de los relatos que estimulan su fantasía. Por eso la ética occidental debe tanto a sus novelistas. Siglos antes de que apareciera la novela, la literatura antigua ya contaba con textos en los que fulgían como el bronce los ideales que aún hoy inspiran y promueven el progreso moral. Por El fulgor del bronce desfilan los viejos héroes homéricos, la reina Tomiris, San Alejo Mendigo, los sabios del Talmud, un grupo de valientes samuráis y hasta algún rey de los vikingos, en cuyas gestas y aventuras se entretejen los ideales que inspiran las mejores virtudes de la Civilización. Una indagación en esa frontera fértil en que la filosofía se funde con la literatura; un ensayo ameno, chispeante, escrito en prosa clara y tersa, y concebido para el puro disfrute de todos cuantos amen la lectura.