El acoso de ETA a periodistas y medios de comunicación, llegando incluso al asesinato, pretendió imponer desde 1995 un régimen de coacción que impidiese la libre circulación de informaciones y opiniones en el País Vasco y en España. Acabó con la vida y con la libertad de los trabajadores de la palabra. Obligó a otros al exilio para preservar su integridad y la tranquilidad de sus familias. Y trató de acabar con la presencia de diarios, radios y televisiones de ámbito español en Euskadi mediante el ensañamiento contra sus periodistas y delegaciones. ETA anunció la apertura de un “frente” contra la prensa, dentro de su plan victimista para la “socialización del sufrimiento” a través de la “violencia de persecución”, que puso a miles de ciudadanos en la diana del horror.
Para ello, la banda terrorista desarrolló toda una teoría sobre el papel de los informadores y sus empresas como “agentes del conflicto”, que no solo apostarían a favor de que continuara el “enfrentamiento armado” entre ETA y el Estado, sino que lo harían siguiendo fielmente las instrucciones del Gobierno de turno como “instrumentos de guerra” y actuando en tanto que “periodistas-policía”. Un relato tan demencial que hoy parece irreal.
Este libro trata de aportar claves para desentrañar las pulsiones de ETA contra la prensa y los efectos que causó. Las circunstancias en que remitió aquella amenaza y las heridas que aún continúan abiertas. Porque no nos queda más remedio que seguir narrando un pasado terrorista sobre el que empezamos a escribir demasiado tarde.