En Nápoles, la más española de las ciudades italianas, bajo el gobierno del virrey don Pedro de Toledo, Juan de Valdés escribió un inteligente retrato de la lengua española de su tiempo que se convierte también en un retrato de esa España imperial ubicada fuera de España. El Diálogo de la lengua (1535) disfraza, bajo la forma de una conversación entre cuatro personajes, una descripción muy aguda de cómo era el español en el siglo XVI, qué discusiones ideológicas y estéticas despertaba la lengua en esa etapa y qué distintos tipos de personajes, hablantes nativos o aprendientes de español, podían convivir en los círculos cortesanos de Nápoles en ese periodo. La obra recrea cómo, a primera hora de una tarde cualquiera, se inicia en un lugar cercano al mar un coloquio que se prolonga hasta el crepúsculo; un diálogo chispeante, de tono amable pero no encorsetado.