En la poética de Albert Balasch hay la voluntad de decir, pero se tiene la certeza, tan becketiana, de que en el intento de nombrar la experiencia el lenguaje está condenado a fracasar. Y es en la imposibilidad misma, en la contradicción entre el seguir adelante y la consciencia de la inutilidad del gesto, donde la poesía de Balasch encuentra su respiración.