La gran Cynthia Ozick afirmaba recientemente que la novela del siglo sigue viva: hoy se la llama «biografía». La vida de Herta Müller tiene, sin duda, carácter dostoievskiano. En su historia familiar hay castigos sin crímenes y crímenes sin castigo. También hay culpa, aunque se trata de una culpa derivada más de los pecados familiares que de los personales. Tiene, además, aire de novela de espías, con la particularidad de que quienes la espiaron durante años fueron en su mayoría escritores (o, más bien, aspirantes). Herta ha dicho en alguna ocasión que la biografía es la propiedad más segura que poseen las personas que se han visto obligadas a abandonar su país, pero también que es su posesión más frágil. Tal vez eso explique el marcado carácter autobiográfico de todos sus libros, como si periódicamente tuviera la necesidad de apuntalarla y de defenderla de los ataques externos (en los últimos años no han faltado quienes han tratado de reescribir la vida de la escritora a su conveniencia).Su obra la ha convertido en una de las escritoras más interesantes de los últimos años, y su vida no se queda atrás.