La escritura de Ayala Plazarte mezcla matemática y naturaleza, formula ingeniosos diálogos con lo que le rodea y propone otra manera de conversar con Dios, que al leer detenidamente creemos saber lo que se esconde, pero en realidad no está escrito. Lo intuimos, lo escuchamos. El valor reside en lo invisible, en la evocación del ser humano durante sus aprendizajes diarios, en la necesidad de comunicar el tiempo a través de los sonidos; y en la parte que no gobierna lo poético convive la pregunta, un examen al miedo de habitar el mundo. Un preguntar filosófico más allá del texto que el lector aprenderá a sentir. Decir que este libro es el eco que produce el caminante, es afirmar que el sonido ha regresado, pero ¿de dónde? Desde una vasija que significa cuerpo y, al mismo tiempo, mundo.Creo que todo lector, en la medida en que se permite habitar dentro de las historias del mundo y sabe distinguir sus ecos en su propia existencia, está conversando con la idea de lo perpetuo. Visto así, Un siglo en el vientre de las vasijas se vuelve más significativo, pues se convierte en un instrumento para entender las resonancias que dejan nuestros pasos.Kevin Cuadrado