Este libro nos ofrece un vínculo entre la emoción, el arte y la indagación, reconociendo las pasiones que impulsan las ideas, la búsqueda y la comprensión. Las emociones son facultativas de la labor filosófica, y la conciencia y la vivencia emocional son tan colindantes como la angustia y la libertad. El arte conduce al espectador hacia la conciencia de su finitud mediante los velos que el artista recrea, y la vivencia del límite y de la frontera es constitutiva del proceso creativo. No basta con educar, es necesario provocar el interés de indagar y desarrollar las habilidades que son necesarias para ello. Este texto nos invita a comprender lo poco que sirve el pensamiento cuando quien lo posee se olvida de sentir, anula sus dudas y cree la ficción de sus verdades.