Esta es una narración breve, de una página, más un anexo desmesurado. El relato sobre un hombre enjuto, de cuero cabelludo, leonino, un poseidón con el tridente hecho cisco. La historia de un hombre que por la mañana leía el periódico en su casa de Baluard, 13, y leía un quejío flamenco («Sin lugar a dudas, la dualidad Federico García Lorca-Rafael Alberti es una de las claves para entender el flamenco y la Generación del 27»). La historia de un hombre que salió a dar una vuelta y que cuando volvió vio como otros dormían en su cama. Y esos otros cobejaron: «Vete». Y pasaron los días: un día, dos días, tres días, cuatro días, cinco días, seis días, siete días, ocho días, nueve días, diez días, once días? Y pasaron los meses: un mes, dos meses, tres meses? Le pisparon la casa. La allanaron. Y los manguis supieron hacer pasar el allanamiento por una ocupación, para que la respuesta legal se encharque en el calvario de recursos y contrarrecursos. Eso es lo que aquí se cuenta: un allanamiento que se confunde con una ocupación. Desde entonces, este hombre, José Luis Ruiz, no sabe qué hacer, y anda por ahí, amargado, quejándose, hecho papilla, desorientado.