El monoteísmo significó una ruptura con respecto a la idea religiosa del más allá: Dios se encuentra presente no como el titiritero que maneja los hilos desde arriba, sino como el Dios que retrocedió más allá de lo creado, incluso de los cielos. La paradójica realidad de Dios es que su presencia es la de un ausente, la de un Dios que no se deja asimilar como dios. Al fin y al cabo, el Dios bíblico nunca fue homologable a lo que la conciencia religiosa entiende espontáneamente por divino.
La cuestión sobre la verdad de Dios puede traducirse como la pregunta por el verdadero poder: en manos de quién estamos. El creyente se dirige a un Dios que aún no es sin la entrega del hombre. No exige culto, sino respuesta hacia los más débiles. Tan solo desde la propia desnudez o desamparo podemos responder a la demanda infinita de los que fueron desnudados por un mundo sin piedad. De ahí la paradoja: los capaces de Dios no son aquellos que creen contar con el apoyo de la divinidad, sino quienes no parece que cuenten ni siquiera para Dios.
La paradójica realidad de Dios es el segundo título de una trilogía cuyo primer volumen es Incapaces de Dios (Fragmenta, 2019). Cada uno de los volúmenes puede ser leído de forma independiente.