Una reflexión sobre la inevitabilidad de los sucesos e ideas y su fatal traducción en palabras, sobre la imposibilidad de interpretar el amor y el desamor, sobre la difícil descodificación de los signos, dispersos, durmientes en toda la naturaleza y el cosmos, signos que intuimos correlato de nuestra propia y doliente vida interior.
Proclama la volatilidad de la comunicación y el laberinto de la falta de sentido del mundo y la soledad en que está atrapado el ser humano en su andadura por la existencia. Es una mirada de desaliento y desconfianza acerca de lo que quedará de nosotros cuando nos lleve el barquero, en los signos y palabras que figuren en lugar de nuestra voz, que por desgracia no aseguran la permanencia de un mensaje que solo el azar consolida.