En La sima de Igúzquiza, publicada en 1888 y nunca vuelta a reeditar, Sawa recrea, con el tremendismo propio del naturalismo más radical, unos sucesos acaecidos cerca de Estella (Navarra) durante la tercera guerra carlista, en los que una partida de guerrilleros, capitaneada por un pendenciero expresidiario, fue acusada de arrojar a sus prisioneros vivos al fondo de una sima, después de torturarlos y violarlos.