La costa es un lugar donde chocan dos estados: tierra y mar. La costa es un lugar evocador. Las mareas suben y bajan, las orillas cambian de manera constante y se redibujan siguiendo ciclos. Como las mujeres. Como la vida.
Charlotte Runcie, poeta y escritora, pensó que el mar la había atraído siempre porque buscaba una conexión mística con la naturaleza, pero se dio cuenta de que esa seducción era en realidad afinidad con lo humano. A través de canciones, poemas e historias antiguas, Runcie recuerda en este bello ensayo a los marineros que se adentraron en el mar, pero sobre todo a las mujeres que lo vivieron desde sus costas y que forjaron con él otra relación vital.
Sal en la lengua es un paseo por la playa con Turner, con Shakespeare, con los narradores griegos y los cantantes de taberna. Una oda al medio que más nos inspira y atemoriza; a las aguas que esconden a la vez la muerte y los secretos de la vida. El mar ayuda a Runcie a comprender su maternidad y Runcie nos ayuda a todos a entender que las olas más indómitas pueden explicarnos qué significa ser humano.