La ira es la manera más fuerte y segura de decir no. Surge de la preocupación intensa por algo, de una forma concreta de entender el mundo o de la identificación con alguien. También es la pasión más vehemente: es como un alzamiento de todas nuestras potencialidades físicas y morales.
La ira nos lleva con mucha más frecuencia a un simulacro de agresión que a una agresión real, aunque no hayamos llevado a cabo ningún ejercicio estoico. Es un aviso del cuerpo que nos ilustra sobre el funcionamiento del mundo. La ira nos puede desquiciar y fortalecer, nos puede librar de vivir una vida sumisa o de repetir una versión rebajada de las vidas de los demás. Pero la bestia nunca se puede dominar del todo. La tenemos siempre muy cerca, en la cueva, medio dormida. Hemos de bajar con frecuencia, para presentarle nuestros respetos, y tener confianza.
La serie «Pecados capitales» pretende ofrecer una visión fresca y rigurosa de cada «pecado» de la mano de nuevas voces del ensayo.