Este libro es, en cierto modo, un tratado de la tribulación. Pero un tratado laico. ¿En qué consiste eso? Un modelo religioso de tratadista de la tribulación, alguien como Rivadeneira, el jesuita toledano, presenta así la parda sombra de su tema: ?Quién podrá contar cuántos géneros de enfermedad combaten y afligen al hombre? ¿Cuán agudos son los dolores? ¿Cuán terribles los tormentos? ¿Cuán varias y cuán mal entendidas de los médicos son las dolencia que cada día se descubren de nuevo? ¿Cuán penosos son sus remedios, y muchas veces más tristes que las mismas dolencias? ¿Qué diré del hambre y la sed? ¿Qué de los malos y pestilentes olores? ¿Qué de las palabras injuriosas y malas nuevas que oye? ¿Qué de las pasiones turbulentas y olas tempestuosas que anegan el corazón? El amor ciego, el odio cruel, la alegría loca, la tristeza sin fundamento, el temor vano, las esperanzas engañosas, la ira furiosa, los antojos desvariados, los deseos insaciables y sin fin, los castillos en el aire, las trazas desbaratadas de subir y crecer, la memoria de lo que querríamos olvidar y el olvido de lo que nos querríamos acordar?. En efecto, de eso y más trata también este libro. Hoy, a diferencia de los tiempos de Rivadeneyra, todo es más y es menos. Y un enfoque laico sabe de un aire donde queda una crítica de la razón religiosa aún sin formular hasta hoy.