La vida de Karl Philipp Moritz (1756-1793) fue inmensamente productiva como escritor, periodista y crítico teatral, pedagogo, psicólogo, filósofo y teólogo, traductor, historiador del arte, lingüista. Todo ello en el espacio de nueve años -su primera publicación data de 1783-, pues las desgraciadas circunstancias de su vida no le permitieron a Moritz ser un autor precoz. Una obra inmensa, entre la que destaca, celebrado desde su aparición, este libro que bastaría por sí solo para convertir a su autor en uno de los grandes clásicos de la literatura alemana
Anton Reiser, el primer "Bildungsroman" o primera "novela de aprendizaje" de la literatura alemana, es una obra maestra y una obra excepcional. En primer lugar por su modernidad. Moritz es el primero que, mucho tiempo antes que Freud, busca en la primera infancia las claves del comportamiento; el primero que, dos siglos antes que Sartre, siente hasta la náusea el asco de la corporeidad y el hastío de la existencia; el primero que, un siglo antes de que naciera Knut Hamsun, describe minuciosamente la travesía del infierno del hambre. Asombroso en un joven de treinta años tal capacidad de introspección y de autocrítica. Michel Tournier afirma en el prólogo a la edición francesa de Anton Reiser que este libro es la historia de una liberación. Pero esa liberación no es simplemente, como insinúa Tournier, una salida del oscurantismo, la opresión y la hipocresía, para irse integrando poco a poco en el radiante "siglo de las luces", sino una liberación dolorosa y nostálgica del mundo, un mundo también entrañable, de la infancia.