Cuando precisamente más se habla de un “retorno de la moral”, cuando en todas partes la filosofía moral vuelve a ser motivo de consideración, Vladimir Jankélévitch desconfía de que los “cruzados de esta nueva cruzada sepan realmente de qué están hablando”. Porque, según él, la filosofía moral que es el primer problema de la filosofía, se presenta al pensador que se aventura a pensar la moral como el colmo de la ambigüedad y de lo inasible. De modo que, mucho antes de defender su causa, Jankélévitch prefiere preguntarse por su razón de ser.
Y, lejos de presentar un tratado más, entre tantos, de la filosofía moral, se limita aquí, con la socarronería del viejo sabio que es, a extraer y exponer la infinita cadena de contradicciones y paradojas que habitan la conciencia del hombre. Por supuesto, no aporta soluciones al absurdo impasse en el que éstas nos colocan, pues no tenemos otra manera de acceder a nuestra propia dignidad sino asumiéndolas. Pero sí nos incita a sumergirnos en la acción y a vivir con clarividencia hasta el final esta tensión ineludible entre la entrega (el amor) y el egoísmo (el ser), entre el deber y el derecho.
Este libro sería probablemente inconcebible sin los treinta que lo preceden, en los que Vladimir Jankélévitch, a lo largo de sus ochenta años, ha ido acercándose a los complejos problemas esenciales que aquí formula con estremecedora lucidez. La lectura de La paradoja de la moral, uno de sus últimos libros y el primero en publicarse en España, es profundamente turbadora, entre otros motivos porque, aun abordando temas de moda —como lo es el de los derechos humanos, por ejemplo—, propone una reflexión que es contraria a toda idea preconcebida y que precipita en el vértigo del desconcierto al incauto o al desprevenido que, de pronto, pierde de vista al mundo granítico de las verdades predeterminadas.