Drop-out, maldito y vilipendiado fue Gérard de Nerval. Al otro lado del océano, un contemporáneo vivió y desapareció como él, miserablemente : Edgar Allan Poe. Sólo Charles Baudelaire se dolió de la incomprensión de los intelectuales de su época y reivindicó para sí y para todos los Nervales de todos los tiempos dos nuevos «derechos del hombre» : el derecho a contradecirse y el derecho a marcharse. Hoy, ya se ha reconocido a Poe. Pero Nerval queda aún entre brumas. Incluso en Francia, sólo recientemente, casi un siglo después, se ha conseguido desligar a Nerval de la legión de románticos decimonónicos y considerarlo como un precursor de la realidad literaria del siglo veinte.