Quienes se han interesado por aquel movimiento de vanguardia fugaz que fue el Ultraísmo saben que Lucía Sánchez Saornil fue una poetisa de vanguardia, la única mujer que participó activamente en las filas ultraicas y que, pese a su indudable afán de modernidad, firmaba a lo decimonónico con el sonoro seudónimo de Luciano de San-Saor.
Más conocida es su figura para los historiadores del anarquismo y de los movimientos de emancipación femenina, pues no sólo fue activa militante y secretaria del Consejo General de Solidaridad Internacional Antifascista, sino que, consciente de que el problema de la mujer proletaria en la sociedad burguesa era específico y diverso del problema del hombre proletario, fundó en 1936, junto con Amparo Poch y Mercedes Camposada, el movimiento libertario feminista ?Mujeres Libres?.
Tres circunstancias se han concitado, pues, para confinarla al olvido: su condición de mujer, su adscripción a un movimiento de vanguardia injustamente minusvalorado, y su militancia política en un frente anatemizado tanto desde la derecha dictatorial como desde la izquierda marxista.