Este inoportuno "resto de tierra", decía Freud, citando a Goethe... Por una paradoja que comparte con el sexo, la mierda se rodea de un silencio que se desconoce si no se le compara con la medida de los discursos que suscita. ¿Quién creería, en efecto, que sobre este objeto de oprobio los hombres se hayan mostrado incansablemente locuaces, hasta el extremo de no prescindir ni de sus divinidades primitivas ni de las creencias que los animarían todavía cuando suponían haberse desprendido de la barbarie? ¿Quién creería, por ejemplo, que por una vulgar historia de excremento, la santa Iglesia católica haya rozado el cisma? Pero animado con banalizar: lo obsceno no reside donde se imagina, cuando la mierda es también ese objeto cuyo maestro amoneda el amor de sus sujetos. Algún día habrá que ir respondiendo a la pregunta "¿qué es un trono?".
Hoy tenemos este libro, como primicia; el primero desde que Freud prefació, en 1913, la edición alemana de Scatologics rites of all nations.