Naturalmente el aforismo es un tipo de expresión que se adecua a la transversalidad literaria. Es, al mismo tiempo, poesía y pensamiento, narración e idea. Aparentemente hermenéutico y enclaustrado en sí mismo es, simultáneamente, escritura abierta, de paso, que teje un tejido siempre inacabado. El escritor de aforismos va dejando señales en su camino, insinuando el rumbo pero velando la meta. Sus verdades son provisionales porque sabiamente renuncia a apropiarse de "la" verdad.
Precisamente por poseer estas características intrínsecas es por lo que el aforismo implica fuertes dificultades y su supuesta facilidad no es sino la consecuencia de su complejidad. Para llegar al fruto deseado el experimentador aforístico debe realizar una dura tarea de filtración y enfriamiento, de modo que lo que le pareció adecuado en el momento de mayor tensión intelectual le continúe pareciendo pertinente en la perspectiva del tiempo. Íntimo, y paralelamente, intempestivo el aforismo debe quedar a resguardo de las vicisitudes de la actualidad.
Ricardo Martínez-Conde ha conducido su escritura con exquisita severidad, aunando el poder del pensamiento con la belleza de la expresión. Ráfagas, latigazos, los aforismos aquí presentados penetran en la piel de la conciencia o dejan indiferente.