«Entre los novelistas de mi generación o de las anteriores, solo me interesa Ferlosio, que es el mejor escritor español.»
Juan Benet
En 1986, Rafael Sánchez Ferlosio rompió su prolongado silencio como novelista con El testimonio de Yarfoz, fragmento autónomo -un apéndice, en realidad- de una fingida y monumental Historia de las guerras barcialeas en la que el autor venía trabajando «a rachas» desde finales de los años sesenta.
De nuevo Ferlosio rompía todo tipo de expectativas con un texto de tono y de intenciones radicalmente opuestos a los de sus dos novelas anteriores; una saga de resonancias épicas, repleta de invenciones asombrosas, en la que late una profunda y melancólica reflexión sobre la necesaria confianza en la palabra y los peligros de su rompimiento.