Rafael Pérez Estrada se multiplicó en decenas de mundos, en cientos de personajes (unos apócrifos y otros reales) y en miles de imágenes (algunas obsesivas, como la de los ángeles, otras convertidas en pavesas apenas enunciadas) e intuiciones de gran carga filosófica y metafísica. Vivía hacia dentro y desde dentro esa multiplicación de existencias, como quien repasa el índice de sus posibilidades e imposibilidades, los infinitos pliegues de su alma. Fue un plural infinito y su exploración no tiene precedentes: nadie ha sido, sin salir de sí mismo, sin perder su centro de cordura y equilibrio ontológico, tantos personajes y mundos. El gran diccionario desordenado que es la obra de Rafael Pérez Estrada está presidido por una poética de la imaginación y de la magia cotidiana, pero esa imaginación y esa magia tienen un fuerte trasfondo ético. Muchos de los textos del poeta son, a su manera incruenta, antidogmática, bienhumorada y minimalista -e incluso, de vez en cuando, políticamente incorrecta- transvalorativos y revolucionarios.