La palabra ha llegado y se abre como una herida. Recibida en las aguas de octubre, en un largo tiempo de espera: cuando lo que hace la poeta es escuchar el silencio del mundo, auscultar los signos de los dioses, el temblor de la tierra, las propia mudez, el desamparo, buscar la luz en la noche oscura, el agua en el desierto. Y la escucha es también el acto de recibir la palabra heredada, herencia esta que es la única posesión del poeta, su única riqueza, la tradición llegando a la vida, haciéndose carne para luego poder hacerse verso. Porque la poesía de Marta López Vilar es una atenta y paciente espera de la palabra, búsqueda de lo esencial, el más tenue matiz, la nostalgia, el amor y su ausencia, el destierro, la luz y el mar, la pasión de la tristeza.