Los personajes de esta novela pasan sus vacaciones en Italia, a la orilla del mar, bajo un calor abrasador, que la brisa del atardecer apenas consigue atenuar. Dos parejas, una de las cuales tiene un niño que bien podría ser el personaje central del libro, ya no saben con seguridad en qué punto está su capacidad de amor. Todo parece inmovilizarse en el torpor de aquella playa estrecha, incluso el drama que acaba de estallar (un joven ha saltado por los aires al pisar una mina abandonada en la última guerra) e incluso también la tentación de una aventura amorosa. No obstante, repentina e inesperadamente, todo parece ponerse de nuevo en movimiento bajo los trémulos frescos etruscos de la necrópolis de Tarquinia.
Esta obra, como todas las suyas, transmite la certeza que siente la Duras de que el amor absoluto es a la vez necesario e imposible. Como dice alguien aquí : «Ningún amor en el mundo puede ocupar el lugar del amor».