Cuando comienza su terapia a causa de la depresión que le provoca el tratamiento
de cáncer de mama, la autora trae consigo una mente crítica y extraordinariamente abierta, pero también la timidez de mostrarse a ella misma. Al resistirse a dar respuestas fáciles a temas ligados a la dependencia, el deseo y la mortalidad, inicia su terapia con un terapeuta varón, que comparte muy poco
de su mundo intelectual y cultural. A pesar de la presencia de ciertos momentos
dolorosos, su improvisada relación es placentera de una forma no esperada y
su escritura se escapa de las convenciones tan habituales en este tipo de relatos.
Sedgwick combina el diálogo con la poesía, así como con las notas de su terapeuta
para adentrarse en su mundo interior y nos ofrece una narración delicada
de cómo llegamos al amor.