¡Si me llamaras. sí,
si me llamaras!
Lo dejaría todo,
todo lo tiraría:
los precios, los catálogos,
el azul del océano en los mapas,
los días y sus noches,
los telegramas viejos
y un amor.
Tú, que no eres mi amor,
¡si me llamaras!
(Fragmento de "La voz a ti debida".
Madrid, 1933)
Como poeta (y seguramente como hombre, pues sería absurdo pensar de otra manera), Salinas fue amante de los sueños. Realizó los sueños de su juventud viajando, conociendo tierras y gentes. Pero el destino, el seguro azar, le dejó al fin nostálgico de su patria, en un desenlace que seguramente estaba muy lejos de imaginar el poeta (y el hombre) en sus años madrileños y sevillanos.