Existe una tradición literaria hispánica que prescinde del espejismo de las ciudades y regolfa al campo para reflexionar sobre lo que somos y buscamos; este Libro de los Silencios es una cala en la existencia de Lorenzo, un hombre que ya ha vivido y está en lo que ve, único Paraíso al que aspira.
Esos silencios son al ruido del campo como la matemática a la Armonía de las Esferas o la nada a la paz; ni encontraremos ni seremos… pero en esa estabilidad cotidiana, tranquila, singular y digna del campo está su felicidad, el desierto nos lanza contra nosotros mismos sin la mentira del éxito; los ojos del campo, los oídos de la naturaleza: son nuestro espejo.
Azorín, Gabriel Miró, J. R. Jiménez, Muñoz Rojas o Antonio Carvajal son parte de esa tradición de compromiso estético y ético, senda constituida por miradas diferentes y propuestas distintas que coinciden en la honradez técnica… Francisco Silvera propugna su admiración y querría aprender en esa vía.