Los cereales pueden ser hoy el menos sano de los alimentos del planeta. Muchos de los avances industriales van, por vez primera en la historia, en contra de la salud de la humanidad. Nos encontramos ante un peligro para la salud pública mundial, ya que desde hace más de un siglo la fuente número uno de calorías para la población del planeta es la harina refinada, especialmente en forma de pan. Los humanos han estado consumiendo cereales durante, al menos, los últimos 10.000 años. Ante nuestra sorpresa, cuando se analiza el trigo descubierto en exploraciones arqueológicas de la más remota antigüedad y se estudia su genoma, comparándolo con el del trigo actual, se observa que entre ambos no hay nada en común. Los cereales –como todas las plantas y los seres vivos en general– se defienden contra los depredadores para mantener su supervivencia. Llegan a producir toxinas que dañan el revestimiento del intestino de los humanos.
Hoy día nos encontramos ante el hecho, desconocido hasta ahora, de que el ochenta y siete por ciento de la población global, padece de enfermedad celíaca sin síntomas. La nueva intolerancia al gluten se asocia ya con enfermedades como diabetes tipo 1, desórdenes de tiroides, osteoporosis, neurodegeneración, enfermedad psiquiátrica, ansiedad, depresión, artritis reumatoide, cefalea, obesidad, fibromialgia, neuropatía periférica, psoriasis y eczema entre otras. Por ello, cualquier dieta libre de gluten sería la más adecuada para evitar la inflamación silenciosa, que es “la que no duele, pero mata”.
El Dr. Cidón, una de las autoridades en Bioquímica Nutricional de nuestro tiempo, analiza en profundidad el daño que tales alimentos refinados provocan en el organismo. Daños que gran parte de la industria es remisa en admitir por intereses obvios, pero ante los que el lector aprenderá a defenderse a través de estas páginas razonadas.