"La razón, la imaginación, el parloteo mental, todo se desvaneció. Olvidé mi nombre, mi humanidad, mi substancialidad, cualquier cosa que pudiera llamar yo o mío. Era como si hubiese nacido en aquel instante, sin mente, inocente de cualquier recuerdo. Sólo existía ahora, y bastaba con mirar. Había perdido una cabeza y había ganado un mundo".
Vivir sin cabeza es ya una verdadera obra clásica. Pocas veces un autor ha conseguido componer un texto con unas ideas -y unas imágenes- tan impactantes. La experiencia de haber trascendido el ego, a la que todos místicos aspiran, se confunde aquí con la sensación de "vivir sin cabeza": una forma instantánea de "despertar", una súbita toma de conciencia de la unidad de uno mismo con el mundo.
Vivir sin cabeza describe la experiencia central del budismo Zen, pero incluye también paralelismo con otras tradiciones. Como escribe Huston Smith en el prólogo. Anatta, el no-yo, no es sólo la clave del budismo; lo es también de toda vida profunda. Ya el Maestro Eckhart escribió que "cuando menos uno se es, más Uno hay".
Vivir sin cabeza es, en suma, un impresionante documento, lleno de precisión; un relámpago dirigido a nuestra intuición, y que alcanza hasta los rincones más comunes de nuestra vida cotidiana.