Con los griegos comienza en Occidente el hábito por la sistematización de los saberes, no así de la Pedagogía, que tuvo que esperar su oportunidad durante el imperio romano de la mano del conspicuo pedagogo Quintiliano. Con las Escolástica, la Pedagogía llega a su más alta expresión formal sin decaer durante el Renacimiento, aunque sus contenidos sufrieran un giro copernicano, acorde con el mismo giro que experimentó, en todos los órdenes, la cultura de aquella época.
En el presente texto, su autor ha aunado a la reconstrucción histórica de la Pedagogía –ora como disciplina autónoma en algunos estadios de la historia de la cultura, ora como saber dependiente de otros saberes con mayor ponderación– la historia muchas veces olvidada de los niños, es decir, ese vértice insoslayable de toda reflexión sobre las escolarización.