«Supongamos que Blai Bonet hubiese sido un escritor del Deep South americano y que "El mar" discurriera en un pueblo perdido llamado Bullet Swamp. Y supongamos que sus personajes obsesionados por Dios y la violencia y el sexo se llamasen Natchez Burr o Rufus McCaleb. Si todo eso hubiera sido así, Blai Bonet sería ahora un clásico del gótico sureño tan conocido y admirado como Flannery O¿Connor, Carson McCullers, Truman Capote o incluso ?y no exagero? William Faulkner.»
Así se expresa Eduardo Jordá en el posfacio que acompaña su traducción de la novela. Y así se expresaba Agustí Villaronga cuando la adaptó al cine: «"El mar de Blai es sórdido y luminoso, bello, inquietante, poético.»
Pero ¿quién era Blai Bonet? Un poeta que escribía en catalán, encerrado tras una mesa camilla, en el pueblo mallorquín de Santanyí. Un desertor que trastornó el orden literario y moral. Un hombre que a los veinte años publicó un prodigio, y que hoy inspira a toda una generación de poetas y nuevos lectores en varias lenguas.