Vivimos en el ojo del huracán, en la crisis de todas las crisis. En este rincón de Europa y del mundo, nos
repiten que se acabó lo que se daba, que ya no hay contrato social, que la democracia y los derechos sociales no tienen
por qué ser compatibles. Pero la democracia no es votar para cambiar gobiernos sin cambiar políticas. La crisis es
fruto de una profunda desigualdad que el capitalismo financiero solo contribuye a aumentar, una desigualdad favorecida
por una democracia en la que decide el dinero, no las personas. Y mientras tanto, la austeridad que se nos impone no
sirve para salir de la crisis, sino para que haya quien se aproveche, reduciendo los derechos más que nunca y
privatizando lo que hasta ahora era público. No podremos salir adelante con un crecimiento ilimitado que no tenga en
cuenta los límites físicos del planeta; ni sin integrar nuestro escenario nacional con los demás para buscar iniciativa
s.