Según cómo se mire, la imagen del fuego que consume dos barcas en el agua puede resultar hermosa. De hecho,
al inspector Banks le recuerda un verso de Shakespeare. Pero en cada barca se encuentra un cadáver, los restos
chamuscados del artista local, excéntrico y ermitaño, y de una joven yonqui e igualmente solitaria. El inspector Banks,
un hombre curtido por las tragedias extra-literarias, sabe que no se trata de un accidente, sino de una puesta en
escena. La obra de un autor obstinado, por cierto, ya que poco tiempo pasará antes de que otro fuego se lleve un
remolque en el campo y con él, como temen Banks y la detective Annie Cabbot, otra vida marginal.