El 27 de diciembre de 1904, el teatro Duke of York de Londres puso en escena la obra del escritor escocés James M. Barrie Peter Pan. El niño que no quería crecer. Fue un enorme éxito. Pero también fue el comienzo de una gran equivocación, pues las sucesivas reelaboraciones literarias del propio Barrie diluyeron la carga «demoniaca» del texto teatral. El andrógino Peter encarna la inmadurez, el no querer crecer, y es el arquetipo de un «complejo» que afecta a un gran número de personas (fenómeno conocido como «el síndrome de Peter Pan»). Y es también el símbolo volátil del sueño utópico, como vida y como nada. Por primera vez es traducido al castellano el texto teatral que dio origen al ciclo de Peter Pan, una ocasión para descubrir esta obra profunda y compleja, a veces irónica, extremadamente bella, y muy alejada del estereotipo de «libro para niños».