Irrumpe en nuestro catálogo un joven novelista norirlandés, Robert McLiam Wilson, con su tercera novela, Eureka Street, que levantó ampollas no sólo en Gran Bretaña, sino también, y sobre todo, en su tierra natal. No en vano, el crítico del prestigioso periódico The Scotsman escribe de ella: «Una sátira sensata, conmovedora y en muchos momentos divertida contra las fuerzas del terror. Ante la muerte arbitraria y violenta y el conflicto del genocidio, Wilson celebra la humanidad… No nos ofrece soluciones, pero nos enseña lo mejor y lo peor de nosotros con sentido común y una gran ternura redentora». Señalemos que la novela se desarrolla en el Belfast anterior y posterior al alto el fuego del IRA en 1994… «Todas las historias son historias de amor», así empieza Eureka Street. Pero no todo es precisamente amor en el Belfast por el que transitan dos amigos treintañeros, Chuckie Lurgan y Jake Jackson. Mientras van apareciendo por toda la ciudad las misteriosas siglas OTG sin que nadie sepa qué representan, ni quién las escribe, Chuckie, protestante, gordo y pobre, se hace rico de la noche a la mañana por medios legales, pero inmorales, y se lía con Max, una inteligente y guapa norteamericana. Jake, en cambio, que es católico y vive como puede, pasa una mala racha porque le ha abandonado su chica. Una galería de personajes casi dickensianos -Max, Roche, un niño de doce años, rebelde y deslenguado, Peggy, la madre de Chuckie, con su peculiar manera de encontrar la felicidad- invade las historias entrelazadas de los protagonistas mientras en la ciudad, conmocionada por la aparición de una posible nueva facción terrorista, empieza a cundir el pánico.