Mineros, pescadores, leñadores, campesinos... Los personajes que pueblan el universo compacto y coherente
de estos relatos son o han sido habitantes de la fría isla canadiense de Cabo Bretón, gentes de vida sencilla,
trabajadores manuales que se mueven en un entorno agreste y duro, pero rebosante de una primitiva belleza. En la
mayoría de los casos el tiempo los ha llevado a enfrentarse a decisiones difíciles, se han visto obligados a escoger
entre la tradición y la modernidad, entre los lazos familiares y la desvinculación, entre las raíces y la ruptura con
el pasado. Las historias que nos cuenta Alistair MacLeod son tremendamente cercanas e intensas, están impregnadas de un
hipnótico lirismo que atrapa al lector que se acerca a ellas. El enorme talento de este autor canadiense va emergiendo
de sus relatos lentamente, con una calma, una concisión y una cadencia únicas, de las que pocos, muy pocos narradores
pueden presumir. MacLeod, un escritor muy poco prolífico y admiradísimo en América, construye los dieciséis cuentos
reunidos en Isla con la paciencia de un artesano y la maestría de un genio.