Parker era un profesional. Cada uno de sus trabajos era garantía de éxito. No importaba cuán difícil o
peligroso pudiera ser: si conseguía reunir un buen equipo y los beneficios eran razonablemente elevados, no había banco
o caja fuerte que se le resistiera. Incluso bajo las condiciones más desfavorables, su sangre fría y su falta de
escrúpulos pasaban por encima de cualquier obstáculo que se interpusiera en su camino. Por ello, cuando su mujer y sus
socios creyeron que sería una buena idea traicionarle y huir con su último botín, cometieron sin saberlo el mayor error
de sus vidas. Peor aún: cuando le dispararon a quemarropa para acabar con su vida, deberían haberse cerciorado de que,
efectivamente, Parker jamás sería capaz de levantarse de nuevo para cumplir la más sangrienta y cruel de las venganzas.
A quemarropa, publicada por primera vez en 1962, no solo es una de las obras cumbre de Richard Stark (seudónimo de
Donald E. Westlake), sino que ha acabado convirtién-dose en un título imprescindible de la literatura criminal
norteamericana.