Evelyn Couch vive una existencia gris. Es una mujer de mediana edad, acomplejada y totalmente frustrada con
todo lo que la rodea. Sin embargo, la manera de ver el mundo que tiene una persona puede cambiar cuando menos se lo
espera. En una visita al asilo donde reside la madre de su marido, Evelyn conoce a la anciana Ninny Threadgoode, que le
empieza a explicar cosas de un pequeño pueblo llamado Whistle Stop, cuya vida giró un tiempo en torno a un café. De
pronto, a Evelyn se le abre una luminosa ventana al pasado por la que entra un aire de una frescura desconocida para
ella. Remontándose a finales de la década de 1920, Ninny explica historias cuyas protagonistas son Idgie y Ruth, dos
espíritus sensibles, alegres y llenos de una admirable energía vital, que saben sobreponerse a las dificultades y
saborear el gusto por la vida. Tomates verdes fritos aborda temas tan difíciles como la discriminación de la mujer, el
racismo, el lesbianismo, la miseria o el alcoholismo y, a pesar de eso, es una de esas novelas optimistas en las que,
como por arte de magia, todo encaja a la perfección y acaban cautivando al lector.