En el 221 de Baker Street, en Londres, se aloja Sherlock Holmes, un hombre peculiar, flemático, egocéntrico,
melómano y algo adicto a la cocaína y a la morfina, pero con unas portentosas dotes de observación y una mente
analítica y deductiva hiperdesarrollada, que hacen de él el mejor detective de Londres. Holmes siempre va acompañado
del doctor Watson, que no sólo le asiste y le da la réplica, sino que además se dedica a compilar y narrar en primera
persona cada uno de los complicados y fascinantes casos que el famoso detective desenreda con su infalible uso de la
lógica. Es imposible cuantificar el impacto que ha tenido Sherlock Holmes en el universo literario de los
investigadores, pero lo que es seguro es que el género detectivesco sería completamente diferente si él no hubiera
existido.