Un asesino profesional al servicio de una «Compañía» –que nos remite inevitablemente a la CIA– decide retirarse, rehusando una última misión, y regresar a su región natal para reencontrar a su primer amor, ahora una hermosa y convencional burguesa, en una tentativa de borrar las humillaciones de la infancia y de la adolescencia. A partir de este doble esquema –el retiro, el retorno–, sabiamente entretejido y deliberadamente clásico, se desarrolla una sangrienta persecución en la que pululan policías, asesinos, servicios especiales, organizaciones terroristas... y al menos dieciocho cadáveres. En Caza al asesino, la última novela, glacial y trepidante, de Manchette, el «itinerario» de este profesional meticuloso, con toda su panoplia (la extrema competencia, los reflejos impecables, la mirada indiferente), está descrito con un tratamiento realista y a la vez onírico, a fuerza de una precisión maniática que excluye todo psicologismo.