Wilfred Thesiger pasó cinco años en el peor desierto del mundo, el del sur de Arabia, compartiendo con los beduinos el diario afán de vencer el hambre y la sed, de superar las marchas interminables bajo un sol despiadado y sobrevivir a las noches gélidas y al peligro mortal de que se descubriese su carácter "infiel', es decir, su religión cristiana. Fue el primer europeo en visitar gran parte de aquellas arenas, y justo antes de abandonarlas tendría lugar un hallazgo que cambiaría para siempre la geografía humana: los yacimientos petroleros. Por ello, en palabras de su autor, este libro es «un homenaje a un pasado perdido y un tributo a sus gentes, otrora magníficas».