En el Renacimiento, desde los filósofos hasta los poetas, desde los arquitectos hasta los pintores, y desde los reyes y papas hasta la gente común, todos nos sentíamos capaces de transformar el mundo. Y yo, como hijo de esa época maravillosa, no escapaba a ese impulso. Por eso me dediqué a pintar y a esculpir, a diseñar fortalezas y máquinas de guerra, o a crear artefactos para volar.