Edward P. Thompson, el gran historiador británico de quien Hobsbawm ha dicho que «tenía la capacidad de producir algo que era cualitativamente distinto de lo que escribimos los demás y que es imposible medir con la misma escala: llamémosle simplemente genio», seleccionó, poco antes de morir, una serie de escritos de los que este volumen reúne algunos de carácter metodológico, como «Agenda para una historia radical», que da título al libro «Historia y antropología» y «El entramado hereditario», junto a visiones de personajes singulares a los que quería rescatar del tópico o del olvido. Nos da así una interpretación del suicidio de Eleanor Marx (del drama que representó para ella el descubrimiento del hijo secreto de Marx), hace una defensa de Mary Wollstonecraft, nos ofrece un nuevo retrato de William Morris, ese «revolucionario sin una revolución» cuya vida y obra había estudiado Thompson en profundidad, y completa estos retratos con otro, más extenso e innovador, sobre un personaje injustamente olvidado, Chirstopher Cauldwell, que murió en febrero de 1937 en el frente del Jarama, combatiendo en las Brigadas Internacionales, cuando tenía tan sólo veintinueve años y era todavía un desconocido, puesto que sus obras más importantes se publicaron póstumamente. El extenso estudio que le dedica a Cauldwell no es, sin embargo, una mera recuperación de un crítico literario progresista, sino que, a través de él, Thompson quiere descubrirnos un momento crucial en la evolución del pensamiento de la izquierda, el momento de la aparición de una herejía «cuyo impulso creativo no se ha agotado todavía».